Céu da boca es el término con el que se conoce en portugués al paladar. Una expresión con cierto carácter poético que, al contrario que en castellano (techo de la boca) o en inglés (roof of the mouth), abre el interior del cuerpo al cosmos, y entonces las entrañas pueden salir afuera para saborear el mundo. De algún modo, eso es lo que sucede con el trabajo artístico de Dalila Gonçalves (Portugal, 1982), una práctica que sucede en un diálogo sincero con la materia, un encuentro entre el corazón de cuerpo y sustancia. En el espacio de la galería encontramos distintos trabajos que indagan en estas relaciones, incidiendo siempre en esa dislocación transitoria entre dentro y fuera del cuerpo, entre la propia experiencia y lo que nos rodea.
O tempo dos outros às vezes é o meu (2019) es una cantidad ingente de tickets de turno coleccionados en una ferretería de comercio tradicional en la ciudad de Oporto que, agrupados en forma de cilindro, toman forma alargada en el suelo de la galería marcando el pasillo de la misma. De algún modo esta nueva morfología aleja el material de su función original y lo acerca a alguna especie de animal enigmático e indefinido, pero que de alguna forma sigue guardando en sus vísceras las transiciones recientes de nuestras ciudades.
Las marcas y rastros del paso del tiempo en la materia quedan latentes también en Anteparo (2019), dos fotografías de una estatua de Pompeya y un limón sulfatado que revelan la afección de un elemento natural y otro patrimonial. Lo extraordinario frente a lo mundano, lo blando frente a lo duro, lo efímero frente a lo duradero, todo vive bajo el efecto de la existencia vivida. En la misma línea Dissecar (diseccionar) (2019) es una instalación de pequeños listones de madera colocados sobre la pared, a los que se les han extraído sus nudos, que descansan ahora apoyados en ellos. Nudos que son testigos del paso de los años, una sutil acción que disecciona la temporalidad natural. También colgando de la pared encontramos Pós Juízo – (pós Juicio) (2019), un diente de leche y una muela del juicio de la artista con acabado en oro que de algún modo marca un hiato temporal que pone en relación lo biográfico con lo universal, lo humano con su entorno y la conformación del cuerpo en relación a la existencia.
La práctica de Dalila Gonçalves se mueve en un espacio impreciso e imprevisto marcado por la experiencia, la práctica, el ensayo, la recolección y la observación atenta de los materiales que la rodean y las leyes que los sustentan. A través de sus fotografías, instalaciones o esculturas, la artista analiza cuestiones que tienen que ver con el paso del tiempo, los cambios en la materia, la relación con lo natural, o los procesos de elaboración entre lo industrial y lo orgánico, o lo seriado y lo artesanal.
Céu da boca es el término con el que se conoce en portugués al paladar. Una expresión con cierto carácter poético que, al contrario que en castellano (techo de la boca) o en inglés (roof of the mouth), abre el interior del cuerpo al cosmos, y entonces las entrañas pueden salir afuera para saborear el mundo. De algún modo, eso es lo que sucede con el trabajo artístico de Dalila Gonçalves (Portugal, 1982), una práctica que sucede en un diálogo sincero con la materia, un encuentro entre el corazón de cuerpo y sustancia. En el espacio de la galería encontramos distintos trabajos que indagan en estas relaciones, incidiendo siempre en esa dislocación transitoria entre dentro y fuera del cuerpo, entre la propia experiencia y lo que nos rodea.
O tempo dos outros às vezes é o meu (2019) es una cantidad ingente de tickets de turno coleccionados en una ferretería de comercio tradicional en la ciudad de Oporto que, agrupados en forma de cilindro, toman forma alargada en el suelo de la galería marcando el pasillo de la misma. De algún modo esta nueva morfología aleja el material de su función original y lo acerca a alguna especie de animal enigmático e indefinido, pero que de alguna forma sigue guardando en sus vísceras las transiciones recientes de nuestras ciudades.
Las marcas y rastros del paso del tiempo en la materia quedan latentes también en Anteparo (2019), dos fotografías de una estatua de Pompeya y un limón sulfatado que revelan la afección de un elemento natural y otro patrimonial. Lo extraordinario frente a lo mundano, lo blando frente a lo duro, lo efímero frente a lo duradero, todo vive bajo el efecto de la existencia vivida. En la misma línea Dissecar (diseccionar) (2019) es una instalación de pequeños listones de madera colocados sobre la pared, a los que se les han extraído sus nudos, que descansan ahora apoyados en ellos. Nudos que son testigos del paso de los años, una sutil acción que disecciona la temporalidad natural. También colgando de la pared encontramos Pós Juízo – (pós Juicio) (2019), un diente de leche y una muela del juicio de la artista con acabado en oro que de algún modo marca un hiato temporal que pone en relación lo biográfico con lo universal, lo humano con su entorno y la conformación del cuerpo en relación a la existencia.
La práctica de Dalila Gonçalves se mueve en un espacio impreciso e imprevisto marcado por la experiencia, la práctica, el ensayo, la recolección y la observación atenta de los materiales que la rodean y las leyes que los sustentan. A través de sus fotografías, instalaciones o esculturas, la artista analiza cuestiones que tienen que ver con el paso del tiempo, los cambios en la materia, la relación con lo natural, o los procesos de elaboración entre lo industrial y lo orgánico, o lo seriado y lo artesanal.